miércoles, 20 de abril de 2011

Del otro lado




En este camino plagado de abrojos hay días que uno puede hacer una pausa .  Pero no para rendirse .Sino para tomar un respiro y seguir adelante. Aunque lo haya hecho cientos de veces. Aunque haga lo mismo varias veces al día. Aunque ninguna me falle. Siempre es un reto nuevo, una prueba de la que todos -no solo yo, ni mi ego- deben salir airosos. De nada vale ser tecnicamente perfecto si no se deja algo de cariño en lo que se hace. 

Gracias compañeros, por dejarme una esquinita en la foto de su historia. Por estar en el nacimiento de su hijo. Del postoperatorio que se llenó de alegría. Por que nadie se acordó del dolor. Por la analgesia peridural que se fue desgranando en muchas sonrisas. Por su gratitud que, al mismo tiempo, no tengo manera de agradecer.

El reto del acróbata no es repetir lo mismo cientos de veces, sino de hacerlo bien, todos los días. Hasta con los ojos cerrados. En sueños. Cerrar los ojos, aislar el campo y entregarse, como en un acto sagrado, al ejercicio, a aquello que provoca los aplausos, pero que a nadie deja tan satisfecho como a el.

lunes, 4 de abril de 2011

El dolor que es incurable


Como gente que se dedica a trabajar todos los días con semejantes en el plano mas íntimo y cercano a los dos extremos vida/muerte es de entenderse que las tragedias (que son de diario ultimamente) no nos puedan ser ajenas. Una de las mas recientes es la que segó la vida del jóven hijo del poeta mexicano Javier Sicilia hace unos días. El país, lo mejor de las personas se está corrompiendo. 

Para este tipo de dolor, no hay medicina que lo cure. Ni palabras. Nada se le puede parecer al dolor de quedarse sin un hijo. Como el mismo Javier dijo, es algo totalmente antinatural.
Hace unos días, siete jóvenes fueron torturados y asesinados cerca de la bella ciudad de Cuernavaca, a menos de cien kilómetros al sur de la Ciudad de México.

En principio, son solo siete jóvenes más que unir a los 35.000 fallecidos violentamente en México desde que Felipe Calderón llegó a la presidencia de la República a finales de 2006 y declaró una guerra sin cuartel al crimen organizado.
A esos 35.000 muertos, de los que 9.000 aún están sin identificar, hay que unir las más de 5.000 personas que, según la Comisión Nacional de Derechos Humanos, están desaparecidas. Muertos sin nombre, muertos sin justicia, muertos sin tumba ni memoria ni piedad porque muchos de ellos, además, son muertos sospechosos.
No en vano el Gobierno de Calderón y sus intelectuales en nómina hicieron correr la especie –cada vez más cuestionada por la realidad—de que la inmensa mayoría de los caídos son sicarios asesinados por otros sicarios.
Pero resulta que los siete jóvenes torturados y asfixiados hace unos días muy cerca de la bella ciudad de Cuernavaca sí tenían nombre. Y uno de ellos, además, se llamaba Juan Francisco Sicilia, era hijo del poeta Javier Sicilia, quien recibió la brutal noticia mientras se encontraba de viaje en Filipinas. En el vuelo de regreso a México, escribió un poema -el último- dedicado a su hijo:

El mundo ya no es digno de la palabra
Nos la ahogaron adentro
Como te asfixiaron
Como te desgarraron a ti los pulmones
Y el dolor no se me aparta
Sólo queda un mundo
Por el silencio de los justos
Sólo por tu silencio y por mi silencio, Juanelo.

Al llegar a México, Javier Sicilia lo leyó en público, rodeado de amigos, en el zócalo de Cuernavaca. Luego, anunció: “Es mi último poema. No puedo escribir más poesía. La poesía ya no existe en mí”.
Dicen los que lo conocen que el poeta Javier Sicilia es un tipo extraordinario, que enseguida se percató de que su dolor –recogido por los medios gracias a su notoriedad pública— es también el dolor anónimo de miles de padres mexicanos que no solo tienen que llorar a sus hijos muertos, sino también velar por su honor y buscar una justicia improbable (el 98% de los delitos en México queda impune). Así que, haciendo de tripas corazón, el poeta ha hablado por todos: “Estamos cansados, muy dolidos. Cada muchacho que se está muriendo ya se está volviendo el hijo de cada uno de los seres de esta nación. El corazón de México está podrido por la violencia criminal…”.
El miércoles 6 de abril, a las cinco de la tarde, una manifestación recorrerá el centro de la ciudad de México desde la explanada de Bellas Artes hasta el Zócalo. Por Juan Francisco. Por sus seis compañeros de infortunio, por los 35.000 mexicanos que en cuatro años han perdido la vida violentamente, por los 5.000 que siguen desaparecidos y por los que día a día –en la violenta frontera norte pero también en ciudades tan bellas y hasta ahora tan pacíficas como Cuernavaca— pierden la vida inútilmente. Se acabó la poesía. Es hora de escuchar lo que Javier Sicilia tiene que decir en la prosa rota de su dolor: “Estamos destruyendo lo mejor de nuestra gente, de nuestros muchachos, los que tienen escasas posibilidades y son gentes de bien y los que no tienen oportunidades y están siendo carne de reclutamiento de los carteles”. Le pido a cada uno de los que han perdido un hijo que no ceje, que nos unamos con los grupos de solidaridad, con los amigos, con los que están luchando, para que esto no vuelva a suceder”.